jueves, 25 de octubre de 2012

El origen de un juego


Mucho antes de que los seres hechos de barro conocieran la memoria, existía un reino en el que Luz y Oscuridad se disputaban el destino y el amor de los hombres. 
Fue entonces cuando un niño, sentado a la sombra de un viejo árbol, comenzó a elaborar las piezas que representarían la disputa de ambos reinos. Cada uno con una característica, cada uno con un movimiento particular. Cada uno con un destino.
El niño pasó varias horas tallando cada una de las piezas. A cada una puso un nombre. A cada una acarició. Tuvo amor por cada una de ellas. Tuvo amor por la Luz. Tuvo amor por la Oscuridad. Tomó un trozo de madera,  y lo allanó. Dibujó sobre él cuadrados,  y a cada uno puso un color, según el reino que representaba.  Aprendió en ese proceso, a amar su propia creación.
Luz y Oscuridad observaron al pequeño creador. Y entendieron que aquella sería la mejor forma de resolver su disputa para siempre: que cada ser, fuera capaz de comenzar, terminar y volver a comenzar, en un pequeño tablero, tan pequeño como cupiera en su corazón, aquella contienda eterna. 

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