Mucho antes de que los seres hechos de barro conocieran la
memoria, existía un reino en el que Luz y Oscuridad se disputaban el destino y
el amor de los hombres.
Fue entonces cuando un niño, sentado a la sombra de un
viejo árbol, comenzó a elaborar las piezas que representarían la disputa de
ambos reinos. Cada uno con una característica, cada uno con un movimiento
particular. Cada uno con un destino.
El niño pasó varias horas tallando cada una de las
piezas. A cada una puso un nombre. A cada una acarició. Tuvo amor por cada una
de ellas. Tuvo amor por la
Luz. Tuvo amor por la Oscuridad. Tomó un
trozo de madera, y lo allanó. Dibujó
sobre él cuadrados, y a cada uno puso un
color, según el reino que representaba.
Aprendió en ese proceso, a amar su propia creación.
Luz y Oscuridad observaron al pequeño creador. Y
entendieron que aquella sería la mejor forma de resolver su disputa para
siempre: que cada ser, fuera capaz de comenzar, terminar y volver a comenzar,
en un pequeño tablero, tan pequeño como cupiera en su corazón, aquella
contienda eterna.
quiero masss...
ResponderEliminar=)
Eliminargracias mi negra hermosa!
Gracias por estar...